Con el paso del tiempo me he dado cuenta de que, en ocasiones, es mejor dejar morir algo que ni siquiera ha nacido. No consumar algo, pues muchas veces la belleza se pierde. En ocasiones es mejor mirar, sólo mirar, sólo imaginar, completar con la mente una historia que quizás pudo suceder, claro, las posibilidades son enormes cuando se habla de cuántica.
Me maravilla la idea de que existan universos paralelos en los que todas las posibilidades dentro del rango de lo imaginable, es decir, respetando las leyes naturales, puede suceder.
Aunque, a pesar de esto, el número de probabilidades existentes en los distintos universos es menor que un gúgol (un gúgol es un número, un uno seguido de cien ceros).
Las distintas posibilidades de, digamos, lo que esté a mi derecha -justo ahora es un peluche-, en algún otro universo podría ser un máximo de 10 elevado a ochenta. Es decir, un uno con ochenta ceros.
Y las posibilidades de que sea mi oso de peluche, o una almohada, o mi gato, o tú, carajo. O tú... Son de 1/ 10⁸⁰.
Qué jodido, ¿no?
Aquel universo en el que estás aquí junto a mí, está demasiado lejos. Pero me tranquiliza pensar que, al menos científicamente -y respaldando mi ateísmo-, es verdad, tú estás aquí junto a mí y, quién sabe, tal vez en algún otro universo tú me amas aunque sea un poquito.
Pero bueno, sé que la física teórica y cuántica suele ser algo difícil de comprender para algunas personas.
¿Qué tan improbables son mis sueños? No hablo de que se cumplan en otro universo, pues ya sé cuántas son las posibilidades. Yo quisiera saber si tengo un mínimo chance de lograr lo que quiero. Porque sí, la vida es tan cabrona y el futuro tan incierto que incluso hay veces en que no quiero ni levantarme de la cama porque... Bueno, porque no encuentro un porqué.
Pero eso qué más da ahora, el peluche sigue junto a mí cuando la otra "yo" de algún universo paralelo está siendo abrazada por alguien y, quién sabe, tal vez está feliz.