martes, 22 de diciembre de 2015

Veintitrés de diciembre, y no siento la Navidad cerca. Mañana es Nochebuena, y todo se siente tan normal.
No, no es por mi ateísmo. El espíritu navideño en casa desapareció hace varios años, pero... No sé. Quién sabe qué sucedió este año, pero las cosas están cada vez más jodidas.
Recuerdo cuando era niña y mamá ponía los obsequios bajo el árbol y no sabía lo que eran, y no podía abrirlos y las ansias, la emoción y la euforia duraban todo el mes de diciembre.
Ahora, con suerte me levanto de la cama antes del mediodía para ver la sala de estar vacía y sin luz. Hay un árbol ahí, sí, pero sólo el árbol. Se siente como un adorno más al cual ignorar.
No es que no me guste la Navidad, es que siento demasiada hipocresía en estas fechas. ¿Por qué esperar todo un año para pasar tiempo con la familia, darles un regalo y convivir armoniosamente? ¿Por qué esas cosas no se hacen cotidianas? Sí, me gustaría que fuera Navidad todos los días. Así, las familias estarían más unidas y... Bah. A quién carajo quiero engañar.
Creo que no me queda más que unirme al colectivo de la hipocresía y la mercadotecnia. Esto ha hecho el capitalismo con nosotros, ha tergiversado bastante la concepción social de "convivencia", "armonía" y demás.
Supongo que esto es algo que lleva años así, pero uno se hace un poco mayor y entonces puede entender cosas que de pequeño no veía.
Creo que eso me sucedió, ahora entiendo a la mayoría de los adultos. ¿Así se siente madurar? Quisiera ser siempre una niña. Quisiera dejar de preocuparme por nimiedades, disfrutar mis días y levantarme sin importar cuán cansada, triste o destrozada esté.
¿Por qué tenemos que crecer?

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